la metáfora más perfecta

llegaba de visita a una casa -departamento-. la puerta estaba toda escrita con frases de letra torpe, "no se vivir sin vos" era la última. en qué estado lo habría escrito, pensaba. y quien sería "vos" -yo? nah-.
lo esperaba para entrar, la puerta tenía la llave puesta. entraba, me hacía esperar. adentro había luz gris. salía al balcón y afuera llovía muchísimo. el balcón tenía techo, me asomaba y veía el agua crecer sobre la ciudad. había una chica viendo la lluvia -luego caía más gente-. nos parábamos varios frente al balcón y lanzábamos avioncitos de papel que eran como barriletes, pero ninguno podía volar bien.
el agua se acumulaba en el exterior, llegaba al nivel del balcón. se inunda tu casa, le decíamos, y él lo tomaba en broma. yo le decía, si el agua está hasta acá, el piso de abajo ya está todo cubierto. se daba cuenta que el agua estaba al límite y se desesperaba, no! no puede ser. y corríamos a recoger las cosas del piso -había sillones, almohadones y alfombras, una escalera y muchas puertas-. la lluvia menguaba y el agua no llegaba a entrar. calma.
ya dentro la casa, el había subido al otro piso. con la chica jugábamos a abrir las puertas, yo le decía que abriéramos todas sin que él se entere, pero él asomaba a cada rato y nos veía. me encanta tu casa porque tiene muchas puertas, le decía yo, y me preguntaba cómo habría hecho para poner algo en cada una.
después estábamos los tres echados en el piso hablando sandeces. la chica salía un rato, la otra gente se habría ido, él me tocaba el brazo como para indicarme algo, entrecortaba su diálogo; jugaba con mi mano, yo jugaba también, entrecortaba mi diálogo... por qué... y la chica volvía.
lo seguíamos escaleras arriba. había una parecita con huecos y atrás él tocaba un piano que le había costado 800 dólares -no es tanto, pensaba yo-. no se podía cruzar la pared, del otro lado estaba a desnivel más abajo. sonaba la gymnopiedie de satie, y yo, colgada en la pared, rogaba me dejaran tocar.
los dos estábamos en cochabamba, cuándo había venido él? por qué había venido? su seguridad, la mía, o mi permanente duda. por qué él se lo trajo todo y yo aún estoy a medio camino acá y allá? y otra vez, a pesar de la cercanía, cercanía, cercanía, volvía a sentir la distancia infinita que nunca supe cómo evitar y siempre siempre me va a separar de él.

me escucho respirar dormida.

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